Viejo, entumecido siente a su pobre corazón, se dio cuenta hace tiempo, hace ya muchos años que él no servia para amar, sabia desde su juventud que no podría amar a ninguna mujer, su amor sólo lo tenia una, la primera, y al abandonarlo se quedó con él; desde ese momento comprendió, que nunca podría volver a amar a alguien.
Desde entonces su vida transcurrió monótona, trabajo, amigos, alcohol y mujeres por las que nunca sintió nada más que un atractivo sexual, un deseo sexual.
Los años pasaban y él, solo se daba cuenta porque cada vez los amigos eran menos, iban montando su vida junto a sus mujeres, sus hijos… él no sentía envidia, ya que sabía o creía saber que su destino era estar solo.
Ahora, después de tantos años de soledad y descontento, ahora que ya no le quedan amigos, mira a su alrededor y comprueba que sigue siendo un observador de la vida.
Recapacita un momento, con la vejez hay mucho tiempo para eso, se pregunta qué es lo que le ha hecho feliz en la vida y es consciente por primera vez que todo lo que le hizo feliz en su día se escurrió entre sus dedos como si intentase atrapar en un puñado agua.
Comprendió que lo que intentó agarrar se escapó y lo que le intentaron dar, lo rechazó.
Decide entonces, que con 84 años de edad no piensa ser un observador, ahora piensa actuar, se levanta del banco en el que estaba sentado y se siente joven, siente que tiene la energía suficiente como para seguir viviendo otros ochenta años más, ahora, se dice: “No voy a perder el tiempo, me voy a enamorar”
Es la primera vez que el aire en su cara le produce una grata sensación, que el cosquilleo de sus dedos es agradable, siente como bombea su corazón, de pronto ve a una mujer que se aproxima, lentamente, como si no llegara a pisar el suelo, le mira a los ojos…… y su corazón se para.
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